Educar en el arte

2017

El arte en sus diferentes manifestaciones (música, danza, teatro, plástica, etc.) es el disparador natural de la creatividad, potenciador de la expresividad y motor de la comunicación desde las edades más prematuras. El valor de la educación artística y su importancia en la sociedad ha ido variando y hoy gracias a los aportes de las neurociencias nos vemos impulsados a hacer llegar este tipo de actividades a la gran diversidad de los seres humanos, más allá de su condición social, edad y capacidades. El arte abarca lo físico, lo sensorial, el lenguaje no verbal y verbal. Desarrolla la capacidad de atención y concentración, la imaginación, la imitación (primeros pasos del aprendizaje) y la memoria (conservación de lo aprendido). Los estudios científicos confirman que la práctica periódica de un instrumento musical influye en la plasticidad del cerebro, en su desarrollo, activando y estimulando áreas específicas. Las actividades artísticas favorecen el relacionamiento con los demás (tocar y cantar en grupo). Potencian la
inteligencia espacial, el control y coordinación motora, así como la interacción de ambos hemisferios cerebrales. La práctica musical promueve el hábito de ser metódicos y cuidadosos de los detalles, pone de manifiesto el valor de la constancia y la continuidad en el tiempo, cuando se descubren los buenos resultados obtenidos, fortaleciendo así la autoconfianza y la autoestima.
La práctica instrumental y coral fomenta el trabajo en equipo y genera la disciplina necesaria para armonizar el grupo y alcanzar el objetivo común. Finalmente y por extensión, estas actividades artísticas incrementan las actitudes académicas a partir de la necesidad de organización, de planificación y la creatividad. Promueven aquellas facultades imprescindibles para el aprendizaje cognitivo y lo fundamental: despliegan la vida afectiva.